Ven Señor Jesus
¿Qué es la oración?
La oración es ante todo, el estado de aquél que se presenta ante Dios, con humildad de corazón.
Consiste en volver hacia Dios la inteligencia y los pensamientos: orar significa presentarse ante él con el intelecto, mirarlo mentalmente sin apartarse y conversar con él en un santo temor y una esperanza plenas de respeto. También es presentarse con el intelecto encerrado en el corazón, y perseverar así día y noche hasta el fin de nuestra vida.
Cuando nos ponemos en oración para rezar debemos estar atentos y entregados a la oración con todo el corazón. Debe apartarse todo pensamiento carnal y mundano, para que tu espíritu no piense en otra cosa que en lo que estas rezando.
Por eso cuando el sacerdote prepara la mente de los hermanos antes de la oración diciendo en el prefacio “¡Elevemos nuestros corazones! Para que cuando el pueblo responda: ¡Ya lo tenemos levantado hacia el Señor! Se recuerda que no tiene que pensar nada más que en el Señor. Que el pecho quede cerrado para el enemigo, y que se abra solamente para Dios; no permitamos que el enemigo de Dios entre en el tiempo de oración
El señor no solo nos enseñó a rezar sólo con las palabras sino también con las obras: él rezaba y suplicaba frecuentemente, mostrándonos con el testimonio de su ejemplo lo que nosotros debíamos hacer. Está escrito:
“Se apartó a la soledad para orar”; y también “Fue a la montaña para orar, y pasó la noche en oración a Dios.” Si oraba aquél que estaba sin pecado ¿Cuánto más debemos orar los pecadores?
El señor rezaba, pero no rogaba por él mismo ¿qué podía pedir para él que era inocente? Rezaba por nuestros pecados, como lo declara cuando dice a Pedro: Mira que Satanás ha solicitado poder para sacudirte como el trigo.
“Pero yo he rogado por ti, para que no desfallezcas tu fe”. Y después rogó al padre por todos diciendo: “No ruego por éstos solamente, sino por aquellos que van a creer en mi por la palabra de ellos: que sea uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti; que ellos: que sean uno solo en nosotros”.
Es una gran bondad y piedad de Dios para con nuestra salvación: no contento con redimirnos con su sangre, todavía ruega por nosotros...
¿Cómo nos tenemos que disponer para la oración?
Nos tenemos que disponer: con el corazón, mente y espíritu entregados al Señor a través de la oración.
El apóstol Pablo nos dice: “Quiero que los hombres recen en todo lugar, elevando las manos puras sin enojo y sin discusiones “; y el señor dice en el Evangelio: “Tú en cambio, cuando rezas, entra en tu habitación y, cerrando la puerta; ora a tu Padre”. ¿Cómo se entiende esto? puedes rezar en todas partes, rodeado de una multitud; tienes en todas partes tu habitación y tu habitación es tu espíritu. Si estas en medio de la gente, conservas tu lugar secreto, tu interior y así podrás rezar con libertad en lo secreto.
Que tu oración no salga solo de tus labios: aplica todo tu espíritu, entra en el interior de tu pecho, entra en la totalidad de tu ser.
Que Aquél a quien tratas de agradar no te vea obrando con negligencia. Que te vea rezar de todo corazón, para que de todo corazón se digne atender al que reza.
¿Cómo comenzar a orar?
La oración debe comenzar con una alabanza a Dios, para que ruegues a Dios todo poderoso para quien todas las cosas son posibles.
Después viene la súplica, como enseño el Apóstol, cuando dijo: “Exhorto pues, que ante todo se hagan oraciones, suplicas, peticiones y acciones de gracias”. Por eso la primera oración debe contener la alabanza de Dios, la segunda la súplica, la tercera el pedido, la cuarta la acción de gracias. No debes ser como un hambriento que comienza su discurso hablando de comida, sino empezar por la alabanza de Dios.